«Pudes obligar a comer,
pero no puedes obligar a sentir hambre;
puedes obligar a alguién a acostarse,
pero no puedes obligarle a dormir;
puedes obligar a que te oigan,
pero no puedes obligar a que te escuchen;
puedes obligar a aplaudir,
pero no puedes obligar a que se emocionen y entusiasmen;
puedes obligar a que te besen,
pero no puedes obligar a que te deseen;
puedes obligar a que te fuercen un gesto de sonrisa,
pero no puedes obligar a reir;
puedes obligar a que te elogien,
pero no puedes ohbligar a despetar admitación;
puedes obligar a que te cuentes un secreto,
pero no puedes obligar a inspirar confianza;
puedes obligar a que te sirvan,
pero no puedes obligar a que te amen»
<La brújula interior>